ROMA, LA CIUDAD ETERNA
No sabía cómo empezar, solo fue un fin de semana, y aunque fue poco
tiempo me dio tiempo a disfrutar de sus monumentos más importantes y de su
gastronomía.
Cuando nada más llegar ves el Coliseo ya te quedas impresionada para
todo el viaje. Es el símbolo de la ciudad y por la noche, iluminado, esta
precioso. Junto a él se encuentra el Arco de Constantino y en sus alrededores
el Foro Romano y el Circo Massimo. Es todo tan inmenso que lleva tiempo
recorrerlo sin dejarse ningún detalle.
Tenía una ganas tremendas de ver la Fontana di Trevi y aunque estaba
llena de gente que hacía muy difícil poder hacerse la foto de rigor, conseguí
llegar al borde y plasmar su belleza.
Cada rincón rebosa historia, todas sus plazas tienen su encanto. La
Piazza Venezia es el lugar perfecto para inmortalizar el Monumento a Vittorio
Emanuele II, la Piazza Rotonda te deja con la boca abierta al ver el Panteón,
la Piazza de Spagna con su escalinata y la Fontana della Barcaccia de Bernini,
y la Piazza Navona punto de encuentro del mercadillo.
Al otro lado del rio pude hacer una visita exprés al Castel Sant'Angelo,
a la Piazza de San Pedro, ver la Isla Tiberina y pasear por Trastevere.
Como veis me cundió el fin de semana y todavía me dejo alguno de los
muchos rincones por los que se pasa, todos inolvidables. Por eso hay que
recuperar fuerzas y parar en uno de los tantos restaurantes que hay por todas
partes y que por la noche son tan románticos.
La pasta y la pizza no faltan en ningún menú, puedo decir que probé los
mejores espaguetis a la carbonara que jamás hay comido, tan cremosos y con su
tocino, riquísimos. En muchos restaurantes te sirven primero lo que llaman
Antipasti o lo que es lo mismo un aperitivo o entrante que sienta de maravilla.
De postre, lo que es difícil es decidirse por uno de sus maravillosos
helados o resistirse a tomar un crepe alla Nutella. Y no hay nada como poder
descansar en una de sus piazzas tomado un Cappuccino.
Fue un fin de semana inolvidable,
muy corto, pero completo.
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